Y VUELVEN...

Después de que la gente criticara a los que consideraban Gran Hermano como basura, en cambio, Operación Triunfo les parece televisión limpia. En Gran Hermano se juzgaban las virtudes éticas de los concursantes, en Operación Triunfo juzgan cuestiones técnicas, aunque eso el público no lo pueda juzgar, por que para ellos el que mejor canta es su vecino. Es un programa con una unidad de audiencia que deja en ridículo las disputas autonómicas.
La música se sostiene sobre dos columnas: el arte en sí mismo y el negocio. Hoy en día y cada vez un poco más el negocio va comiendo terreno y lo que consideramos "música" es substituida por un sucedáneo que da el pego. A los artistas prefabricados y la interminable lista de canciones del verano se ha añadido un programa de dificil digestión: Operación triunfo.
OT es lo que parece, un negocio puro y duro pero que además trascience sus límites televisivos y se sumerge en la industria del disco monopolizando la música en la televisión.
Estaba escrito: los pijos heredarán la moda y OT.
OT es un interesante ejercicio de paranoia colectiva: los concursantes creen que cantan bien porque los profesores tienen órdenes de motivarlos, los espectadores -quiero creer que adolescentes- les adoran y creen que son el summum de la pericia vocal cuando realmente no pasan de ser maniquies chillones e histriónicos. Mientras tanto, la única realidad es que Gestmusic se llena los bolsillos y todo apunta a que están diseñando productos individuales, cada uno destinado a un sector de ese público adolescente que, al fin y al cabo, es el que compra discos.
Además en las últimas ediciones han contado con el gran publicista Risto. En el colegio los niños se metían con él por sus gafas, así que desarrolló unos poderes especiales para desmoralizar a la gente instantaneamente. He de admitir que él es el único que dice lo que una gran mayoría pensamos, eso sí nos deja perlas del tipo: "Vas vestida como la puta que eres".